Poemas extractados del libro Salta su Alma y sus
Paisajes Ilustraciones póstumas de Ernesto Ziechmann

EL
ZORZAL
Desde la altas ramas al aura lenta
fía,
gentil enamorado, la canción
con que despierta más glorioso
el día.
Pajarillo feliz, todo alegría,
¡quién me diera tu lírica expresión,
sin esta humana pesadumbre mía!
Endecha de cristal, clara modulación.
Tu amada a tu reclamo vendrá desde
la umbría.
La que yo adoro, calla, de piedra
el corazón.
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DESDE
LA CUMBRE
del
San Bernardo :
Bien está que se acuerde
con la hondonada quieta
y su silencio verde
tu soledad, poeta.
¡Qué de variados trinos!
i Que de flores y aromas!
Y lentos y cansinos
arrullos de palomas.
Mariposas errantes
como tus pensamientos
bajo el sol estival.
Cerca, sus consonantes
medidos da a los vientos
un zorzal.
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UN
LEÑADOR
Bajando del cerro,a cuestas
trae un horcón de lapacho.
Lo saludo, y en el suelo
su carga ha depositado.
-Buenos días - me responde
sudoroso y exhalando
un tufo a coca y a chivo
que en el ambiente serrano,
de salvias y de romeros
anula el fragante bálsamo.
Calza rotas alpargatas
y mal cubren sus andrajos
el duro vientre moreno
y un muslo robusto y magro.
Con lástima lo contemplo
al mirar que el pobre es manco.
El con la izquierda se palpa
el muñón a medio brazo y me sonríe.
-¿ Qué haciendo, amigo,
se quedó manco?
-Por enlazar un bagual,
me lo cortó, limpio, el lazo.
-¿Y así se gana la vida?
-Como hachador me la gano.
Yo trabajo por mi cuenta
porque pa mí no hay conchabo,
sino a medio jornal. Puedo
hachar con la zurda y hacho.
No dejo de ser un hombre
porque me falte una mano.
Le brindo, como es de ley,
un cigarrillo, y el gaucho
lo acepta cortés, tranquilo,
maloliente como un santo.
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SIESTA
Un día, andando a la hora
del bochorno sosegada,
vi a jesusa la vaquera
bañándose en la quebrada.
Iba yo juntando moras
a pie por gozar del día,
cuando me vino de lejos
una clara griteria.
Descolguéme prestamente
por ver quién era; curioso,
escondido bajo un árbol
comencé a mirar ansioso.
Atado de un arrayán
dormitaba un caballejo
que a su dueña la miraba
con mansos ojos de viejo.
En un tazón 'un chicuelo'
desnudo como un Cupido,
pataleaba y gritaba
de unas raíces prendido.
Y bajo un chorro de espuma
clamoroso, deslumbrante,
ella doblábase débil
y forcejeaba jadeante.
El chorro crespo y rugiente,
blanco demonio forzudo,
le resbaló la camisa,
dejóle el cuerpo desnudo.
Mire, ¡gloria de los Ojos!
aquel busto por mi mal,
de carne dura y morena
con reflejos de metal.
Luego en el frío remanso
Se hundió con brusco chapuz
Y el sol sobre el agua trémula
Sembró pétalos de luz.
Y al salir de mi escondite
Vi al soslayo, con pavura,
La silueta fugitiva
de un sátiro en la espesura.
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LA
FLOR DEL ILOLAY
Don Juan Bernardo
Don Juan
Erase una viejecilla
Que en los ojos tenia
un mal
Y la pobre no cesaba
de llorar
Una médica le dijo:
"te podría yo curar,
si tus hijos me trajesen
una flor del Ilolay.
Y la pobre viejecilla
No cesaba de llorar,
Porque no era nada fácil
encontrar
Esa flor del ilo-ilo
Ilolay.
Mas los hijos que a su
madre
La querían a cual más,
Resolvieron irse lejos
A buscar
Esa flor maravillosa
Que a los ciegos vista
da.
Bernardo
Va rajando el cuento,
abuelo
Como vos lo contáis.
¡No habéis dicho que
los hijos
eran tres!
DON JUAN
Bueno ¡Ya estan!
Y los tres, marchando
juntos,
Caminaron, hasta dar
Con tres sendas, y tomaron
Una senda cada cual.
El chiquillo que a su
madre
Queria mas,
Fue derecho por su senda
Sin parar,
Preguntando a los viajeros
Por la flor del Ilolay.
Y una noche fatigado
De viajar y preguntar,
En el hueco de unas peñas
Acostóse a descansar
Y lloraba, ya a la pobre
Cieguecilla recordaba
Sin cesar
Y ocurrió que de esas
peñas
En la lóbrega oquedad,
Al venir la media noche
Sus consejos de familia
Celebraba Satanás.
Y la diabla y los diablillos,
En horrible zarabanda
Se ponían a bailar.
Carboncillo, de los diablos
El más diablo para el
mal,
¡Carboncillo cayo el
último,
de gran flor en el ojal!
-¡Carboncillo! - grito
al verle
furibundo Satanás -,
¡petulante Carboncillo,
quite allá!
|
¿Cómo
viene a mi presencia
con la flor de Dios hechura
que a lo ciegos la vista da?
Metió el rabo entre las piernas
Y poniéndose a temblar,
Carboncillo tiró lejos
El adorno de su ojal!
Y el chiquillo recogióla,
Y allá va
¡corre, corre, que te corre,
que te corre Satanás!
El camino desandado
Sin parar
Y ganó la encrucijada
Con la flor del Ilolay
Le aguardaban sus hermanos
Y al mirarle regresar
Con la flor que no pudieran
Los muy tunos encontrar,
¡ le mataron envidiosos,
le mataron sin piedad!
Le enterraron allí cerca
Del camino, en un erial,
Y se fueron con su madre
Con la flor del Ilolay.
Y curó la viejecita
De su mal
Y al pequeño recordando
Sin cesar,
Preguntaba a sus dos hijos:
-¿dónde mi hijo, donde está?...
No le vimos contestaban
Los perversos, que quizá
Extraviado con sus malas
Compañías andará.
Y Los días y los meses
Se pasaron, y al hogar,
¡nunca, nunca el pobrecillo
volvió más!
Y una vez un pastorcillo
Que pasó por el erial,
Una caña de canutos
vio al pasar.
Con la caña hizo una flauta,
Y poniéndose a tocar,
Escuchaba el pastorcillo
De las notas al compás,
Que la caña suspiraba
Con lamento sepulcral.
"Pastorcillo no me toques
ni me dejes de tocar:
¡Mis hermanos me han muerto
por la flor del Ilolay!"
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