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Los Heraldos Negros
Piedra negra sobre piedra blanca
Voy a hablar de la esperanza
El buen sentido
Cortejo tras la toma de Bilbao
Los dados eternos

 

   LOS HERALDOS NEGROS

César Vallejo (1918)

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos, pero son.. Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombre nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

 

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PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA BLANCA.

César Vallejo

 

Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.

Me moriré en París -y no me corro-,

tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, por que hoy, jueves que proso

estos versos, los húmeros me he puesto

a la mala y, jamás como hoy me he vuelto,

con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto; le pegaban

todos sin que él les haga nada;

le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos

los días jueves húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos…

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VOY A HABLAR DE LA ESPERANZA.

César Vallejo (Peruano)

Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

 

Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. Qué sería su causa? Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada en su causa, nada ha podido dejar de ser su causa? A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si me hubiera cortado el cuello de raíz, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.

 

Miro el dolor del hambriento y veo su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo enamorado! Que sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuerte ni consumo!

 

Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.

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EL BUEN SENTIDO.

 

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.

 

Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.

 

La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo: por adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tanto sus ojos, justa de mí, infraganti de mí, aconteciéndose por sus obrar terminadas, por pactos consumados.

 

Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí? Como no da otro tanto a mis otros hermanos? A Víctor, por ejemplo, el mayor que es tan viejo ya, que las gentes dicen: Parece hermano menor de su padre! Fuere porque yo he viajado mucho! Fuere porque ya he vivido más!

 

Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso. Ante mi vida regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichoso. Pero más se pone triste; más se pusiera triste.

 

- Hijo, cómo estás viejo!

 

Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí. Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos si jamás la edad de ellos alcanzará a la de ellas? Y por qué, si los hijos, cuanto más se acaban, más se aproximan a los padres? Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer del suyo!

 

Mi adiós partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo:

 

-Hay, madre, en el mundo, un sitio que se llama París. Un sitio muy grande y muy lejano y otra ves grande.

 

La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden suavemente por mis brazos.

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CORTEJO TRAS LA TOMA DE BILBAO.

César Vallejo (Peruano)

 

Herido y muerto, hermano,

criatura veraz, republicana, están andando en

su trono,

desde que tu espinazo cayó famosamente;

están andando, pálido, en tu edad flaca y anual,

laboriosamente absorta ante los vientos.

 

Guerrero en ambos dolores,

siéntate a oír, acuéstate al pie del palo súbito,

inmediato de tu trono;

voltea;

están las nuevas sábanas, extrañas;

están andando, hermano, están andando.

 

Han dicho "¡Como! ¡Dónde!…", expresándose

en trozos de paloma,

y en los niños suben sin llorar a tu polvo.

 

Ernesto Zúñiga, duerme con la mano puesta,

con el concepto puesto,

en descanso tu paz, en paz tu guerra.

 

Herido mortalmente de vida, camarada,

camarada jinete,

camarada caballo entre hombre y tierra,

tus huesecillos de alto y melancólico dibujo

forman pompa española,

laureada de finísimos andrajos.

 

Siéntate, pues, Ernesto,

oye que están andando, aquí, en tu trono,

desde que tu tobillo tiene canas.

¿Qué trono?

¡Tu zapato derecho! ¡Tu zapato!

 

13 de septiembre de 1.937.

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LOS DADOS ETERNOS
Para Manuel Gonzales Prada,esta
emoción bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo,

 me ha aplaudido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el sér que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

César Vallejo

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